La angustia escénica
La expresión “miedo escénico” la introdujo Jorge Valdano para nombrar la difícil relación del futbolista con el espectador. La tomó de García Márquez que la utilizaba para describir el pánico que sentía cuando se veía obligado a hablar en público. Claro, el escritor puede realizar su obra en la más completa soledad, cambiar las palabras que no lo conforman y presentar su obra cuando la considere bien terminada. Para el deportista (futbolista) esto es imposible, está condenado a actuar en público y además puede ser filmado y repetido, no hay modo de borrar el error.
Pero no todos los deportes ofrecen la misma relación con el espectador, el tenista, el golfista, el nadador, el ajedrecista, son más independientes, compiten cada torneo en un país diferente, juegan para otro tipo de público, no tienen dueño del pase ni quien lo deje en el banco, salir a la cancha depende solo de él y de su posición en el ranking, no hay futuros compradores ni tiene la amenaza latente de que no le renueven el contrato, no lo chiflan, ¿y entonces, de que tiene miedo?
"La experiencia final para el hombre que vuelve del campo de concentración es la maravillosa sensación de que, después de todo lo que ha sufrido, ya no hay nada a lo que tenga que temer, excepto a su Dios."
Viktor Frankl |
Intentaremos describir otro fenómeno paralelo al miedo escénico al que le daremos el nombre de angustia escénica. En general la angustia, como afecto central en el ser humano, es efecto de un conflicto inconsciente desencadenado por un estímulo exterior, en este caso el momento decisivo de la competencia. El miedo se diferencia de la angustia en que en el primero existe un peligro objetivo, un objeto real para el temor, una amenaza lógica a la integridad del yo. El ejemplo sería el ejercicio de los deportes extremos cuya práctica implica un riesgo objetivo y real para el actor de la escena. La angustia neurótica prescinde de los peligros exteriores o reales. La angustia escénica pertenece a este orden ya que no existe peligro real sino que es solo imaginario, pero puede tener la misma capacidad de paralización, parcial o total, que el miedo o la angustia realista. Uno sabe que en el fútbol siempre son once contra once y que la hinchada no toca la pelota, sin embargo jugar en la Bombonera, con su conocida proximidad entre las tribunas y el campo de juego, suele suponer para el jugador visitante una suerte de temor que no se sustenta en la existencia objetiva de lo temido.
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